• Lucy Tejada
  • Ventana Oscura,1967
  • Óleo, Tinta /Madera
  • 120 x 160 cm
  • icono bandera Colombia

Reseña

Cuando Lucy Tejada afirma que cada obra requiere una técnica distinta hace referencia a la convicción de que no es posible sostener la diferencia tradicional entre forma y contenido, como si aquella identificará los aspectos materiales y este los inmateriales del arte. Por el contrario, la obra se nos presenta como una unidad indisoluble en la cual las distinciones responden solo a metodologías de aproximación. Bien puede afirmarse que, además, esa unidad de la obra es única, lo que no quiere decir que no esté vinculada a procesos históricos y culturales, a intereses generacionales, a tradiciones y rupturas. Justamente en esas vinculaciones se ubican los espacios de la historia y de la crítica de arte. Quizá Ventana oscura, de Lucy Tejada, nos inclina a insistir en su carácter único, que podríamos definir como de una intensa poesía, absolutamente personal, incluso hermética. Pero, al mismo tiempo, nos ofrece la posibilidad de pensar que está conectada con múltiples asuntos de orden social y cultural. El conjunto es extraño. La amplia superficie de madera, que en muchas partes se transparenta, aparece dividida en recuadros de distintas dimensiones y con oscuridades y luces muy variadas; y en ellos encontramos dibujos precisos, realizados en tinta china, que representan muchas niñas, la mayor parte de ellas en grupos o relacionadas pero también algunas solas, en posturas distintas y, en conjunto, vistas también desde perspectivas diferentes. Impacta la exactitud del dibujo que contrasta con las luces y las sombras de los espacios que, de esa manera, aparecen al mismo tiempo como exactos e indefinibles (una contraposición entre su ser-en-sí de las figuras y su ser-en-el-espacio). Adicionalmente, hay una serie de flechas y de líneas continuas y discontinuas, en blanco, negro y rojo, cuyo significado se escapa a la simple mirada del observador. A este punto se ha esfumado por completo la sensación inicial de que estaríamos mirando a través de las ventanas de un extraño edificio. En síntesis, este es un espacio, o un conjunto de espacios, extraño e inquietante que acoge escenas igualmente inquietantes. Un conjunto único y misterioso, sin que podamos determinar si ese carácter procede del tema presentado o de la manera como se presenta; mejor, es un todo misterioso. Pero es igualmente posible establecer relaciones con otros contextos. Ante todo, se puede recordar que los artistas surrealistas quisieron ajustarse en sus pinturas a la experiencia de realidad de los sueños en los cuales mezclamos imágenes absolutamente precisas con circunstancias disparatadas; también aquí cada recuadro es exacto pero no parece guardar una relación lógica con los vecinos. Sin embargo, al mismo tiempo, todo nos resulta intensamente real. Quizá se trata de un realismo (o “sobre realismo”, surrealismo) que se alimenta desde el sueño: como alguna vez le dijo Lucy Tejada a Antonio Montaña, “pinto lo que he soñado o sueño en la realidad construyéndola en el papel”. Un realismo onírico, quizá mejor que surrealista, donde parece que se une la rutina de la cotidiano con el misterio de la fantasía, como ocurre en el realismo mágico, tan cercano a la generación de Lucy Tejada. O donde lo real se convierte en imaginación gracias al manejo del artista, a aquella técnica distinta necesaria para cada pintura. Pero también por eso esta es una obra de un realismo íntimo, de intensa poesía lírica.

Biografía del autor

Lucy Tejada nació en Pereira en 1920 pero vivió casi toda su vida en Cali. Fue hermana del también artista Hernando Tejada. De 1942 a 1945 estudió en la Escuela de Arte y Decoración de la Universidad Javeriana de Bogotá y luego, hasta 1947, en la Escuela Nacional de Bellas Artes donde recibió la enseñanza de Alejandro Obregón, profesor de la Escuela. Entre 1949 y 1950 vivió en La Guajira; siempre recordará la fascinación por unos paisajes que consideraba mágicos. En la primera mitad de los años 50 viajó extensamente por distintos países europeos. En 1960 participó en la creación del “Grupo de Cali” que se convirtió en un referente fundamental en la vida cultural de la ciudad y creó el ambiente para la fundación del Museo La Tertulia. En 1962 creó la galería “El Taller”. Trabajó como pintora, dibujante, grabadora y muralista, con obras monumentales en edificios públicos de Cali y en Pereira. En 2009 recibió el premio “A toda una vida” del Ministerio de Cultura de Colombia. Murió en Cali en 2011.

Carlos Arturo Fernández – Grupo de Teoría e Historia del Arte en Colombia, Universidad de Antioquia.