Reseña
Implanta su singular lenguaje abstracto, tan recio como su propia personalidad. La pieza, ante todo, es una manifestación formal, cromática y textural que refiere a los conceptos filosóficos y estéticos primitivos transformándolo en una propuesta plástica mexicana.
Biografía del autor
Pintor, escultor y grabador. Se traslada a la Ciudad de México en 1940 para realizar sus estudios en «La Esmeralda» con Ortíz Monasterio, Zúñiga y Rómulo Rozo. Años más tarde viaja a París y asiste a los talleres del pintor Víctor Breuner y del escultor Constantin Brancusi. Sus obras se han expuesto desde 1956 en México y a partir de 1961 en el extranjero (Francia, Estados Unidos, Japón, Brasil e Italia entre otros). En sus viajes por decenas de países, reúne una colección de objetos artísticos que se expusieron en el Palacio de Bellas Artes bajo el título de «El Universo de Pedro Coronel» y actualmente se encuentra en Zacatecas. En 1974 realiza un mural en la sede de la Organización Internacional del Trabajo, en Ginebra. Ha recibido, entre otras distinciones, el Premio Nacional de Pintura del INBA, en 1975; el Premio José Clemente Orozco de la segunda Bienal Panamericana realizada en México, en 1959; el Premio Salón de Pintura del Salón de la Plástica Mexicana en 1966 y el título de «Hijo Predilecto de Zacatecas, en 1978. Pedro Coronel, al igual que Juan Soriano, Ricardo Martínez y Gunther Gerzso entre otros, pertenece a los artistas de la contracorriente de la Escuela Mexicana, es decir, inicia una tradición de arte moderno que rechazaba los últimos coletazos del academismo. Los artistas de la contracorriente consideraban en general necesario mantener abierta la comunicación con el arte europeo y seguir nutriéndose de sus experiencias. También perseguían un arte nacional, pero hurgaba en los rasgos cotidianos y profundos de los comportamientos, las actitudes y las tradiciones mexicanas y rechazaban, en general, el carácter discursivo, ideológico, retórico, heroico y de intenciones épicas que solía caracterizar al muralismo. La obra de Pedro Coronel se distingue por poseer una gran fuerza, que viene de la solidez de sus figuras y de la rudeza de su color; otra constante es la sensualidad, también ruda, y a veces más explícita.