Educado en el Colegio Militar, no tiene la oportunidad de asistir una escuela de arte pero si convive con los protagonistas de la vanguardia del arte en Europa, en la segunda década del siglo XX. Aun cuando no pertenece al proyecto del muralismo crea una obra que recupera elementos como los exvotos y los retablos de la cultura popular. Retratista singular, autor de obras que dejan ver etapas precisas y diversas, odiado por su carácter soberbio y antipático, seductor como pocos y protagonista de historias tan extrañas como aquella que lo llevó a prisión bajo la falsa acusación de que había robado grabados de Durero. Manuel Rodríguez Lozano fue un artista que consiguió descubrir y promover a su vez a otros artistas (Abraham Ángel, Ignacio Nieves Beltrán Nefero, Julio Castellanos y Francisco Zúñiga). En 1913 se casa con Carmen Mondragón, la futura Nahuin Olin, con quien tiene un hijo que fallece en Europa. La pareja se exilia en París donde Rodríguez Lozano entra en contacto con la intensa vida artística de la época, con la vanguardia y con figuras como Picasso, Matisse y Braque. Esa experiencia le ofrece no solo conocimientos plásticos sino que le otorga un rasgo cosmopolita a su personalidad. A su regreso, en 1921, Lozano se divorcia de Nahuin Olin y se relaciona con los artistas que discrepan del movimiento muralista. En esos años realiza notables retratos. Manuel es una persona que sabe ver a México, un personaje que logra tener visiones de México que no son la de los otros pintores. Su genealogía es más hacia un arte del retrato que nos conduce a Hermenegildo Bustos y a un arte del retrato de la cultura hispánica, En 1940 es nombrado director de Artes Plásticas de la Universidad Nacional. Durante su gestión funda la revista Artes Plásticas y publica artículos en periódicos y revistas. En 1942, estando en Lecumberri acusado de robar unas obras de Durero, realiza el mural «La Piedad en el desierto», fresco que se llevó al Museo del Palacio de Bellas Artes en 1967. El otro mural que hace es «El holocausto» en 1944, en la casa de Francisco Sergio Iturbe en la calle de Isabel la Católica donde hoy se conserva, La obra de Rodríguez Lozano despertó el interés de autores como Alfonso Reyes, José Gorostiza, Gustavo Baz, Max Jacob y André Salmon. En muchos sentidos los rasgos, la historia y el carácter del personaje parecen imponerse a la obra.