La obra de Horacio Longas se plantea al calor de las discusiones de los intelectuales que, a finales del siglo XIX y en las primeras décadas del XX, se habían planteado la posibilidad de que se pudiera desarrollar un arte que diera cuenta de las condiciones de vida de la región antioqueña, que hablara el lenguaje propio de la cultura regional. En realidad, esas reflexiones estaban profundamente influenciadas por los planteamientos del realismo y del naturalismo antiacadémicos que buscaban la verdad antes que la belleza y que habían sepultado la idea de que el arte debía responder a las normas y temas de la tradición clásica. El arte debe crearse enfrentando la realidad concreta que se vive y solo llega a ser auténtico si manifiesta el medio que lo produce. En efecto, ya desde 1896 Tomás Carrasquilla había publicado su novela Frutos de mi tierra, a la cual seguirán muchas otras en las primeras décadas del siglo XX, demostrando que era posible escribir una novela sobre la vida en Antioquia. Horacio Longas conoce de cerca esas discusiones con la convicción de que deben desplegarse también en el terreno de las artes plásticas que, quizá por las condiciones históricas de su desarrollo en el país, estaban más sometidas que la literatura a los esquemas académicos europeos. Seguramente no hay todavía un propósito de compromiso político sino, más bien, la certeza de los valores de la propia cultura. La preocupación temática y la metodología de trabajo que sigue a lo largo de muchos años en la producción de sus acuarelas es una manifestación clara de esa convicción. Por una parte, escoge siempre sus asuntos del medio local que conoce; privilegia el mundo rural sobre el urbano porque considera que es el que mejor representa la cultura regional; en efecto, el campesino es la figura predominante en Antioquia hasta que, a partir de mediados del siglo, la violencia política genera masivos desplazamientos del campo a la ciudad donde, en alguna medida, muchos habitantes siguen siendo campesinos trasplantados. Pero Horacio Longas sabe muy bien que la cultura o el medio antioqueños no existen como una totalidad sino que se despliegan en múltiples personajes dedicados al trabajo, a la diversión o a la vida doméstica, siempre anónimos, con una psicología colectiva y rasgos genéricos más que individuales. Pero, por otra parte, sabe que para enfrentar la poesía de estos asuntos solo es posible un método veloz, concentrado y económico, como si a través de un número casi infinito de miradas, que se traducen en pequeñas acuarelas, quisiera hacernos detener en la realidad que enfrenta. Dentro del conjunto de la obra de Horacio Longas, resulta muy extraño el tema de Los mitos de Antioquia, más vinculado con artistas como Pedro Nel Gómez, lo mismo que la violencia expresionista de trazos y colores, ausente en el resto de su obra. La serie se refiere a leyendas y tradiciones del campo y de la selva a través de las cuales, a la manera de las antiguas Erinias, se garantiza el castigo de los crímenes, el respeto a los recursos naturales y la convivencia social.