Reseña
Mercado de Sogamoso, de 1970, es una pintura que fue adquirida por Suramericana en 1973. Sin embargo, no se conserva ningún registro sobre su autora ni han podido encontrarse personas que recuerden las circunstancias del ingreso de esta obra a la colección. La búsqueda en la red arroja resultados escasos pero muy significativos. En primer lugar, aparece la venta de un cuadro de Sophie Delliquadri, titulado Escena de mercado en Colombia, muy similar al de la Colección Sura aunque en una técnica diferente, menos matérica. Quizá basándose en el título, la página agrega que la artista pertenece a la “Escuela colombiana”. Y luego, el obituario de Sophie Delliquadri, muerta en una casa de ancianos de Nueva York el 21 de abril de 2001, tras una larga enfermedad. La nota señala que Sophie nació en Kamion, Polonia (aunque hay varias pequeñas poblaciones con ese nombre), hija de Richard y Sophie Woychiechowski. Había nacido el 15 de abril de 1919. Se casó en Addis Abeba, Etiopía, con Lawrence M. Delliquadri, miembro del ejército norteamericano. La pareja vivió siempre fuera de los Estados Unidos hasta la jubilación en 1984. A lo largo de esos años, Sophie se convirtió en una reconocida artista que hizo exposiciones en 9 diferentes países, pero no se especifican cuáles. Las cenizas de Sophie regresaron a Polonia y fueron depositadas en la tumba familiar. Su esposo, Lawrence Delliquadri (que había nacido 10 años después de ella), falleció en 2012. Su nota necrológica habla de hermanos y sobrinos, pero aparentemente la pareja no tuvo hijos.
Biografía del autor
Los escasos datos que se tienen sobre Sophie Delliquadri y su presencia en Colombia nos obligan a entrar en el terreno de las suposiciones. La artista nació en Polonia tras la Primera Guerra Mundial; independientemente de lo que haya podido ocurrir en las décadas siguientes, parece claro que sus padres siguieron viviendo en su patria y murieron allí pues las cenizas de Sophie fueron llevadas a la tumba familiar en Polonia. No conocemos las circunstancias que desembocaron en su matrimonio en Etiopía con un miembro del ejército de los Estados Unidos, pero es evidente que la relación con su país debió haberse tornado muy difícil. Luego, a lo largo de los años, siguió un peregrinaje por muchos países, tantos que habría alcanzado a exponer sus pinturas en nueve de ellos, antes de asentarse con su esposo cerca de Nueva York cuando contaba 65 años de edad; falleció 16 años después. Mercado de Sogamoso manifiesta la empatía de la artista con un evento popular. Se trata de una multitud abigarrada pero no anónima, en la cual es posible identificar y diferenciar muchos individuos. Como es natural, podemos distinguir mejor a los que se sitúan en los primeros planos; y entre ellos hay un pequeño grupo que rodea a una mujer vestida de blanco y con sombrero oscuro que, cuando la descubrimos, nos atrapa con su sonrisa y se convierte en el eje de una composición que sin ella quizá se perdería. Los personajes se sobreponen siguiendo acumulaciones diagonales y franjas horizontales pero, al mismo tiempo, respetando una cierta tradición en la estructura del espacio. Con una mirada que se aproxima al manejo de los artistas impresionistas que, como Claude Monet, querían producir la sensación de profundidad sin recurrir a la perspectiva lineal, aquí las figuras acumuladas van reduciendo sistemáticamente su tamaño, al mismo tiempo que pierden definición hasta limitarse a unos pocos trazos que, sin embargo, mantienen la riqueza del movimiento y del color con unos cuantos toques que rompen la monocromía de los terracotas. Los oficios se ubican en primer plano y luego se olvidan porque nos perdemos en la multitud. Pero ese detalle nos hace percibir que este es un espacio que solo existe en la realidad de la pintura; el tercio inferior del cuadro se nos ofrece casi frontal pero luego parece que voláramos sobre la multitud, donde el movimiento y la altura no nos permiten concretar los detalles. Los campesinos del Mercado de Sogamoso están dedicados a sus trabajos, ignorantes de la mirada de la artista, exceptuando quizá a la mujer de la sonrisa. De alguna manera es una celebración de la vida rural y de sus labores, que la artista exalta más por las formas que por el detalle, y, sobre todo, por la condición de trabajo que adquiere la propia pintura: elaborada en óleo sobre yute, revela los gestos y esfuerzos de la artista para manejar la complejidad de materiales tan directos y sencillos. En definitiva, Sophie Delliquadri revive la experiencia emocionada de lo americano que habían vivido los artistas viajeros de los siglos anteriores.
Carlos Arturo Fernández – Grupo de Teoría e Historia del Arte en Colombia, Universidad de Antioquia.