Reseña
Álvaro Herrán ha sometido su obra a un rigor inusual, disciplina más admirable si se comprende que tal rigor tiene el propósito de sacudir los principios que informan cierta manera de concebir la creación plástica. Por ejemplo, con respecto a su arte mural, Marta Traba expresó que aquel era “un hecho necesario por el cual el muralista en Colombia se desembarazaría de una vez por todas de las mediocridades y perjuicios”. Con ello se refería a que los muros ya no acogerían temas, gestos y actitudes pretendidamente americanos sino elementos eminentemente plásticos. Su forma de interpretar “el informalismo”, la abstracción, en fin, la pintura obedece en definitiva a una necesidad personal más que al deseo de estar a la moda. A parte de lo anterior, Herrán sortea con éxito una difícil disyuntiva: la que existe entre arte y naturaleza, ya que su obra no es una negociación de ésta sino una lúcida y respetuosa transgresión realizada con la complicidad de un magistral manejo de los instrumentos plásticos elegidos. Confluyen en esta obra los elementos que hacen de su trabajo uno de los más expectantes entre la obra abstracta realizada en el país. La admirable mezcla de lo geométrico y lo lírico hacen que esta alternativa no sea válida. De otra parte, las luces y sombras, aunque ajenas a la noción que hacen de ellas elementos constitutivos del espacio pictórico académico, definitivamente lo crean haciendo así del espacio una realidad autónoma de la visión que de éste logra percibir el hombre en su acontecer cotidiano. Todo ello reforzado por la lúcida distribución de colores, matices, tonos y líneas.
Jesús Gaviria Catálogo El Arte en Suramericana 1994.