- Feliciano Béjar (1921 – 2007)
- La Creación,S.XX
- Escultura /Acrílico y Metal
- 210 x 150 x 150 cm
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México
Reseña
«La Creación» es una aportación interesante para el arte nacional, Feliciano dice al respecto de sus magiscopios que quería crear estructuras de líneas fuertes para capturar y albergar un mundo de visiones y poesía, juega con las luces a manera de pequeños soles. Bejar comenta que sus magiscopios tienen las cualidades de instrumentos ópticos, al mismo tiempo fantásticos como caleidoscopios y científicos como telescopios. De este tipo de piezas y con el uso del metal y del vidrio como elementos principales, se observa su obsesión por recrear la forma del Universo y de los planetas.
Biografía del autor
De formación autodidacta e innovador en varios materiales plásticos y artesanales, creador de los magiscopios, Béjar pasó una niñez en su Jiquilpan natal como acólito y ayudando a su familia empleandose en una mercería. A la edad de ocho años sufrió de poliomielitis, por lo que se vio obligado a usar muletas por casi cinco años. En este tiempo aprendió diversas técnicas artesanales, motivado por su madre. De la poliomielitis se recuperará a los 15 años, edad en la que conoce el valor de reciclar como un acto creativo y restaurador, práctica que lo marcó en su vida artística. Durante la Guerra Cristera (1926-1929) en varias regiones de México, descubrió las dos caras opuestas del ser humano: la habilidad para crear vida a través del arte, y su infinita capacidad de destrucción, que arrastra todo lo que le rodea. De la destrucción se declaró enemigo y la enfrentó continuamente en su vida. Jiquilpan se convirtió en aquellos años en centro de artes, lo que lo llevó a conocer al muralista mexicano José Clemente Orozco, que plasmó sus ideas en murales sobre la Revolución mexicana en una biblioteca del lugar. Béjar fue un trotamundos que se desempeñó en todo tipo de actividades para sobrevivir, desde vendedor de telas, afanador, lavaplatos y elevadorista. En Nueva York, en largas estancias en el Museo Metropolitano de Arte, se convierte en pintor. Es en esta ciudad donde el pintor inglés Arthur Ewart lo estimula a observar y plasmar la realidad desde el punto de vista plástico. Béjar regresa a México en 1947. Su primera exposición individual la realizó como pintor con 18 pinturas, en la Ward Eggleston Gallery, en la calle 57 de Nueva York. En 1949 fue becado por la Unesco en París, no obstante su formación autodidacta, aprovechando la estancia para recorrer Europa en bicicleta. A París regresó en 1956 para emplearse de extra de cine, locutor, además realizar sus actividades artísticas. En ese periodo, un nuevo elemento asomó con insistencia en su obra: las luces a manera de pequeños soles. Por ello su biógrafo, Martin Foley, lo bautizó como El recolector de soles. A su regreso a México, nuevamente se involucró en la construcción de extraños instrumentos con el objeto de convertir el desperdicio moderno en esculturas, y alcanzar con ello «democratizar la belleza a través del arte». Habían nacido unas esculturas bautizadas por Jorge Hernández Campo como Magiscopios, que describe como instrumentos de acero reciclado con lentes encapsulados, que albergan mundos y visiones asombrosas. Béjar participó en más de 125 exposiciones individuales o colectivas, en México, Estados Unidos de América, Australia y varios países de Europa. Su obra se encuentra en colecciones de más de 75 museos de México, Brasil, Estados Unidos, Canadá, Colombia, Francia, Israel y la Gran Bretaña, entre otros países. La Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco) produjo en 1964 la película “El mundo de Feliciano Béjar”, que se estrenó en Nueva York.