• Ernesto Icaza (1866 – ca. 1926-1935)
  • Jaripeo,S.XX
  • Óleo /Tela
  • 30.5 x 45.5 cm
  • icono bandera México​

Reseña

Cuando Ernesto Icaza realiza esta pintura ya tiene un grado de madurez artística. La escena descrita la realiza en varias ocasiones, variando un tanto los personajes, el paisaje y las vestimentas de los charros. En la obra, Icaza deja amplias zonas vacías y se observa una facultad especial para las miniaturas, que lo distinguieron en su primera etapa. No hay precisión en el detalle, sus pinceladas son flojas y sus volúmenes poco delineados. La escena posee un encanto que nos mueve a la sonrisa por su ingenuidad, por el amor y despreocupación con que fue realizada y por el placer que incorpora el artista para satisfacer su propio agrado.

Biografía del autor

Ernesto Icaza de familia aristocrática y de abolengo. Son pocos los datos que se tienen del artista, por ejemplo si fue autodidacta o si contó con alguna instrucción formal. En 1876 y 1879 obtiene premio de dibujo en la escuela primaria y secundaria. En la adolescencia abandona los estudios y se dedica a visitar las haciendas de su numerosa familia y sus múltiples amistades. Se vuelve charro experto y sus óleos sobre tela y cartón son un valioso testimonio de esta disciplina que se concebirá en el imaginario popular a lo largo del siglo XX como típica del México rural. El museógrafo Fernando Gamboa lo bautiza como «Charro pintor de charros» cuando presenta sus cuadros en el Palacio de Bellas Artes. De 1910 a 1919 es cuando realiza la mayor parte de su producción. Sus cuadros son realizados a partir de lo que veía. Icaza es autor de nueve murales de la Hacienda de la Cofradía, cerca de Aculco, Estado de México. También realiza los murales de la Hacienda de la Ciénega del Rincón cerca de Lagos de Moreno, Jalisco. Ernesto Icaza nunca pudo vivir de su pintura, pero el pretexto de pintar le permite, en más de una ocasión, obtener techo y comida en alguna de las grandes haciendas. Quienes lo conocieron lo describen como un sujeto de carácter afable, ameno y festivo, que se lucía orgullosamente con su traje de charro, no obstante esta imagen empezó a cambiar notoriamente conforme la situación se torna adversa; no nada más para él, sino para la mayoría de los mexicanos. La Revolución le quita las tierras, así como a la gran parte de los hacendados, y con ello pierde sus tan queridos escenarios. Así cae el artista en el vicio de la bebida, trascendiendo en el deterioro de su trabajo. Sumido en la miseria, se resigna a hacer sólo aquellos cuadros que le pedían y fallece en su casa de Mixcoac en 1926, aunque existen otras versiones en donde mencionan que falleció en 1935.