• Francisco Antonio Cano
  • Desnudo femenino,1923
  • Óleo /Tela
  • 72 x 93 cm
  • icono bandera Colombia

Reseña

Tres principios informan sobre la obra de Francisco A. Cano. En primer término su concepción del arte como un quehacer que encuentra su valor y significación por sí mismo. En segundo lugar, su pasión por el “oficio” y el dominio absoluto de los procedimientos plásticos, y por último, el apelar a la naturaleza como maestra y fundamento de su universo estético. Esto hace que su pintura conserve intactos la frescura y la emoción en medio de las estrictas normas académicas que en tantos casos envaran y acartonan la obra. Acerca de las relaciones que deben guardar en la creación artística, las normas académicas y la observación directa, el mismo Cano dice: “Es un poco mortificante ver que la perfección que se encuentra en algunas obras esté lograda sobre dibujos de origen extranjero, cuando no sería necesario sino una dirección acertada y el abandono de la desconfianza y la pereza, para conseguir en poco tiempo el principio de una educación artística bastante a obligar a cada estudiante a buscar un camino de originalidad en sus producciones, con sólo aficionarse al estudio del natural, una vez que tuviera los conocimientos indispensables para ir por su propia cuenta a sacar inspiración de esa fuente inagotable”. Estas pinturas pertenecen al período en que Francisco A. Cano trabajaba en su taller de Medellín, antes de viajar a Bogotá y posteriormente a Europa. Aunque todavía no son visibles las características que harán de este gran artista uno de los mejores paisajistas colombianos, sí aparecen allí algunos elementos constitutivos de su posterior visión del arte y la naturaleza, su gusto por lo panorámico, la cuidada composición, la sobriedad en la elección y distribución de los colores, principios estos que enuncian su marcada inclinación por la pintura académica.

Biografía del autor

Francisco Antonio Cano nació en Yarumal, Departamento de Antioquia, en 1865. El primer acercamiento al arte lo recibe de su padre, interesado en asuntos de escultura, platería, herrería, títeres y demás. A los 20 años en Medellín abre un taller para la enseñanza de la pintura; a comienzos de los noventa realiza los que son, quizá, los primeros paisajes colombianos. Crea esculturas no religiosas, por primera vez en la región. En 1897 se traslada a Bogotá donde sus exposiciones le hacen acreedor a una beca del Gobierno Nacional que le permite estudiar en París entre 1898 y 1901, en las academias Julian y Colarrosi. Tras su regreso a Medellín funda la revista Lectura y Arte, el mejor ejemplo de ilustración modernista en el país. Funda el Instituto de Bellas Artes de Medellín que dirige fugazmente en 1910. A año siguiente es nombrado director de Imprenta Nacional en Bogotá y, más adelante, profesor de la Escuela de Bellas Artes, cargo que ocupó hasta su muerte; fue director de la Escuela entre 1923 y 1927. Realizó la primera escultura en bronce que se fundió en Colombia (Atanasio Girardot, Medellín, 1909) y logró convencer al Gobierno Nacional de que él, un artista colombiano, podía realizar un monumento público (Rafael Núñez, Bogotá, 1922) que, por tanto, no debía encargarse a extranjeros. Mantuvo siempre una intensa actividad como pintor. Murió en Bogotá en 1935.

Carlos Arturo Fernández – Grupo de Teoría e Historia del Arte en Colombia, Universidad de Antioquia.

Jesús Gaviria, Catálogo El Arte en Suramericana, 1994.