• Andrés de Santa María
  • Dama con camafeo,1938
  • Óleo /Tela
  • 50.5 x 40.5 cm
  • icono bandera Colombia

Reseña

Durante las últimas décadas de su vida, los retratos de Andrés de Santa María parecen relacionarse cada vez más con la tradición de la pintura holandesa del siglo XVII. De hecho, encontramos representaciones del propio artista que se remiten directamente a Rembrandt y numerosos retratos con fondos muy oscuros y notables texturas por la acumulación casi bárbara de materia. En algunos casos, hasta comienzos de los años 20, los retratos están acompañados de flores o de algún elemento de la vida cotidiana; pero más adelante el artista se concentra solo en la imagen del personaje cuyo rostro iluminado ocupa el centro del cuadro en contraste con el fondo oscuro, mientras una especie de velo parece matizar toda la superficie. En Dama con camafeo la oscuridad es tan violenta que casi se traga el cuerpo de la mujer, visible apenas por la presencia de una tonalidad rojiza; pero esa misma oscuridad hace que el rostro se destaque y centre nuestro interés. En realidad, podría decirse que aquí no hay nada más que ver, ni siquiera el adorno que la mujer parecería llevar en el cuello, y nos sumergimos inmediatamente en el fulgor apagado de su rostro. Al aplica el óleo con espátula, generosamente, Andrés de Santa María logra fuertes efectos de textura. Pero no se trata de un procedimiento aleatorio y espontáneo, ni tampoco de una estrategia para atraparnos con la sensualidad de los materiales; por el contrario, es un asunto consciente e intencional, marcado por el propósito de que la acumulación de materia y la huella que dejan los instrumentos logren convertirse en vehículos de expresividad. Así, las huellas de la espátula sirven en otros casos para describir la fluidez de los cabellos de una mujer, los pliegues de un vestido o las formas del cuerpo. En Dama con camafeo la espátula modula la materia de tal manera que nos hace orbitar siguiendo las tonalidades rojizas de los cabellos y de la parte superior del vestido, y finalmente caemos hacia el rostro como en una especie de remolino matérico, cada vez más cerrado, del que no podemos escapar. Aunque, en realidad, tampoco aquí hay detalles en los cuales nos podamos detener sino que continuamos girando entre los círculos concéntricos de los ojos y la gran mancha roja de la boca; y esos giros cada vez más limitados nos obligan a observar con más atención, lo que nos permite empezar a descubrir que no solo el rostro sino también toda la superficie del cuadro está salpicado de manchas de luces que se destacan sobre el fondo. Se ha hablado muchas veces de “expresionismo” con referencia a la obra de Andrés de Santa María. Se trata, en todo caso, de una actitud que no implica la destrucción de la belleza de la figura, que nunca es deformada ni tratada con la violencia que aplica a la materia pictórica. Su peculiar expresionismo se basa, más bien, en la conciencia clara de que el uso de todos los elementos del lenguaje artístico contribuye a generar un movimiento y una reacción en la psicología de quien se enfrenta a la obra.

Biografía del autor

Andrés de Santa María nació en Bogotá en 1860. En 1862, huyendo de la guerra civil que azota al país, la familia se traslada a Inglaterra y posteriormente a Bruselas, donde recibe su primera formación. En 1878 la familia se traslada a Francia donde el padre cubre un cargo diplomático. En 1882 ingresa a la Escuela de Bellas Artes de París donde tiene entre sus compañeros a Ignacio Zuloaga y Santiago Rusiñol. A la vez que expone en París responde a una serie importante de encargos que recibe desde Bogotá. En 1893 se casa; la nueva familia decide establecerse en Bogotá donde permanece hasta 1901; en este período es profesor de paisaje en la Escuela de Bellas Artes, período en el cual aporta su conocimiento del Impresionismo. Bajo el impacto de la Guerra de los Mil Días decide regresar a Europa. En 1904, por invitación del presidente Rafael Reyes, vuelve a Colombia como director de la Escuela de Bellas Artes, aportando ahora su conocimiento directo de algunas de las propuestas del Posimpresionismo, lo que genera muchos debates. Un 1910 dirige la muestra de Bellas Artes en la Exposición del Centenario de la Independencia. En 1911 se establece definitivamente en Europa y nunca vuelve a Colombia; desde entonces su figura se hace cada vez menos conocida en el país. Un nuevo debate se genera en 1926 por el tríptico sobre la Batalla de Boyacá que realiza para el Capitolio Nacional. Muere en Bruselas en 1945.

Carlos Arturo Fernández – Grupo de Teoría e Historia del Arte en Colombia, Universidad de Antioquia